sábado, 14 de agosto de 2021

El conejo desobediente



El conejo desobediente es uno de los cuentos con valores para reflexionar de la escritora Alejandra Gómez de Obando. Cuento perteneciente a la serie “Escritos al espíritu del niño”
Motita era un conejo gordito y muy simpático. Vivía en una pradera con sus padres y sus ocho hermanos. Tenían una cueva grande y cómoda y a su papá le gustaban mucho los nabos, decía que entre más grandes y picantes más sabrosos, a Motita le parecían horribles, pero su papá lo obligaba a comerlos decía que debía agradecer por todo lo que tenía y comer todo lo que le servían en la mesa.

Él prefería las fresas y las cosas dulces, era más divertido comer una zanahoria que el pastel de nabos que le gustaba a su papá. Pero su papá trabajaba en el campo de nabos y su pago era parte de ellos, así que en casa el nabo era como el agua, siempre estaba ahí.

Cada vez que podía se los ponía en el plato a su hermano menor Jaime, ese conejo amaba los nabos, de hecho se comía hasta las hojas.

Y para evitar el hambre escondía el postre y pedía una segunda porción de su postre favorito, gelatina de zanahoria.

Un día llegó a la pradera un gran conejo negro. Jamás había visto uno tan grande, eso le produjo una gran curiosidad.

Hablaba de él durante la cena, cuando su papá lo interrumpió y le dijo: No te acerques a ese conejo, con mirada enérgica y voz amenazante su padre le advertía que la amistad con ese conejo estaba prohibida.

Pero Motita era muy curioso y quería saber por qué su padre no quería que se acercara a ese conejo negro.

Durante días lo miró detrás de los arbustos, veía cómo caminaba, cómo saltaba y lo brillante de su pelo al sol. Todo le parecía fascinante y misterioso.

Un día vio cómo llegaba un siervo a visitarlo ¡vaya un animal del bosque era amigo suyo y un siervo! Debía ser muy importante ese conejo, se decía Motita.

El otro día fue un tejón y al día siguiente una ardilla y un zorro ¡Vaya ese conejo sí que tenía amigos y todos le traían regalos, debía ser un conejo muy importante e influyente!

Desobedeciendo a su padre, no pudo más con su curiosidad y se acercó al gran conejo negro, el conejo lo saludó muy amable y lo invitó a entrar en su madriguera. Motita sentía mucha curiosidad de saber todas las cosas que tenía allí dentro y aceptó la invitación.

Al entrar en su casa, su madriguera era enorme y llena de muchas cosas hermosas, el gran conejo negro le ofreció fresas y gelatina de zanahoria, parecía conocer todos sus gustos.

El gran conejo negro empezó a contarle de los lugares que había conocido y las praderas que había visitado, de sus amigos y las cosas que tenía, lo invitó a visitarlo cada vez que quisiera y Motita se fue a su casa feliz y maravillado de todo lo que había visto y oído.

Durante días a escondidas de sus padres Motita visitaba al gran conejo negro, al que ahora consideraba su amigo, antes de marcharse a su casa el gran conejo negro le regalaba algún dulce o una de sus frutas preferidas.

Había comido en la casa del gran conejo negro lo que en su casa jamás había comido. De pronto su hermosa, grande y cómoda madriguera empezó a parecerle pequeña y estrecha y su comida insípida y fea.

Motita había empezado a cambiar, ahora no se veía feliz, ni simpático o gracioso, estaba callado y mal humorado.

Les respondía mal a sus padres y discutía mucho con sus hermanos, empezó a llegar tarde a cenar o se levantaba de la mesa sin comer.

Una tarde decidió que se iría a vivir con el gran conejo negro, estaba harto de tanta miseria.
Se levantó muy temprano y se fue a casa del gran conejo negro. Cuando iba llegando vio al siervo, al zorro y a la ardilla hablando con el gran conejo, se acercó para poder ver cuales regalos le traerían esta vez al gran conejo negro.

No quería que lo vieran, solo quería curiosear los regalos que le traían, cuando escuchó al gran conejo negro decirle a sus amigos que le llevarán la noticia a Fredo el halcón que pronto estaría el tierno conejito que pidió para su cena.

Al escuchar esto corrió despavorido hasta su casa, temblando se metió en sus cobijas y se quedó ahí hasta que su madre lo llamó a desayunar.

Había sido un tonto y por su desobediencia estuvo a punto de ser la cena de un halcón.
Se prometió que jamás desobedecería a sus padres, si le decían que no se acercara a alguien esta vez los obedecería sin chistar. - Fuente:

                                                           Fin

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