La zorra y la cigüeña eran muy amigas. La cigüeña acostumbraba a ir a casa de su amiga la zorra y la zorra también iba muy a menudo a casa de su amiga la cigüeña.
Un día la zorra pensó: «Me gustaría invitar a comer a mi casa a mi amiga la cigüeña y así burlarme un poco de ella».
Entonces le preguntó: ¿Quieres venir a comer a mi casa? A lo que la cigüeña contestó: -Sí. Y se fue a casa de su amiga la zorra, que había preparado una sopa de carne exquisita. La sirvió en dos platos y se dispusieron a comer.
La zorra sorbió la sopa y terminó su plato en un santiamén. La cigüeña lo intentó una vez y otra vez, pero al final no pudo probar bocado.
Al verla, la zorra se rio diciendo: -Perdón, ¿No te gusta la sopa? Perdóname, no lo sabía.
-No te preocupes. En realidad tampoco tenía mucha hambre.
-No hace falta que me pidas perdón, y gracias por haberme invitado. ¿Quieres venir a comer a mi casa mañana?
A lo que la zorra contestó:
-Claro que sí.
Al día siguiente la zorra fue a casa de su amiga la cigüeña que había preparado la mesa con dos recipientes de cuello estrecho y alargado que contenían sopa de pescado. La cigüeña introdujo el pico y sorbió la sopa en un santiamén, mientras que la zorra lo intentó una y otra vez a lamentazos y, al final, tampoco pudo probar bocado.
La cigüeña se rió diciendo:
-No hace falta que te pida perdón, ¿Verdad? Esto también es una broma… Pues ya estamos en paz.
Las dos se rieron, y a partir de ese momento fueron muy amigas para siempre.
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