Aurora era una ardilla muy curiosa que vivía en un enorme roble en el corazón del Bosque Susurrante. Le encantaba coleccionar bellotas brillantes, pero a veces, estaba tan absorta en su propia felicidad que olvidaba mirar a su alrededor.
Un día, mientras buscaba la bellota más brillante jamás vista, escuchó un sollozo débil. Provenía de un arbusto de moras cercano.
Con cautela, Aurora se acercó y entre las hojas vio a un pequeño ratón, llamado Remigio, temblando de frío y con una patita lastimada.
"¿Qué te pasa, pequeño?" preguntó Aurora con voz suave.
Remigio levantó la vista con ojos llorosos.
"Me caí de mi nido y me torcí la patita. Tengo mucho frío y no sé cómo volver a casa", respondió el ratón con la voz entrecortada.
Aurora sintió un pinchazo en su corazón. Nunca antes se había detenido a pensar en las necesidades de los demás. Siempre había estado demasiado ocupada buscando bellotas brillantes.
"No te preocupes, Remigio", dijo Aurora. "Te ayudaré".
Primero, Aurora recogió hojas secas y musgo suave para construir un pequeño nido improvisado para Remigio debajo del arbusto de moras. Luego, corrió a su propio roble y regresó con una de sus bellotas brillantes más grandes.
"Toma, esto te dará calor", le dijo Aurora. "La luz te hará sentir mejor".
Remigio miró la bellota brillante con asombro. Nunca había visto algo tan hermoso.
La tomó con sus pequeñas patitas y sintió un poco de calor reconfortante.
"Gracias, Aurora", dijo Remigio con una sonrisa débil. "Eres muy amable".
Aurora se sonrojó un poco.
"De nada", respondió. "Pero aún tenemos que llevarte a casa".
La casa de Remigio estaba al otro lado del Bosque Susurrante, cerca del Río Centelleante.
Aurora sabía que el camino era largo y peligroso, especialmente para un ratón herido. Decidió pedir ayuda a sus amigos del bosque.
Primero, fue a ver al viejo búho, Sabio, que vivía en la cima del roble más alto del bosque.
"Sabio", dijo Aurora, "Remigio se ha lastimado la patita y necesita volver a casa. ¿Podrías llevarlo volando?"
Sabio miró a Aurora con sus grandes ojos sabios.
"Lo haría, Aurora, pero mi vista ya no es tan buena como antes. No quiero arriesgarme a que Remigio se caiga".
Aurora se sintió un poco desanimada, pero no se rindió. Luego, fue a ver a la familia de conejos que vivía en una madriguera cerca del claro de las flores silvestres.
"Señor Conejo, Señora Coneja", dijo Aurora, "Remigio necesita llegar al Río Centelleante. ¿Podrían llevarlo en su carretilla?"
El Señor Conejo y la Señora Coneja se miraron.
"Nos encantaría ayudar, Aurora", dijo la Señora Coneja, "pero tenemos que recolectar zanahorias para nuestros conejitos. No tenemos tiempo para llevar a Remigio tan lejos".
Aurora estaba empezando a sentirse desesperada. Parecía que nadie podía ayudarla. Entonces, recordó a la tortuga Teodora, que vivía cerca del río. Aunque era lenta, Teodora era muy amable y siempre estaba dispuesta a ayudar a los demás.
Aurora corrió hasta la orilla del río y encontró a Teodora tomando el sol sobre una roca.
"Teodora", dijo Aurora sin aliento, "Remigio está herido y necesita llegar a casa. ¿Podrías llevarlo en tu caparazón?"
Teodora sonrió.
"Por supuesto, Aurora", dijo Teodora. "Siempre estoy feliz de ayudar a un amigo necesitado".
Aurora corrió de vuelta al arbusto de moras y ayudó a Remigio a subir al caparazón de Teodora. Lentamente, Teodora comenzó su viaje hacia el Río Centelleante.
Aurora caminó a su lado, animando a Remigio y contándole historias para mantenerlo entretenido.
El viaje fue largo y lento, pero finalmente, llegaron a la casa de Remigio. Su familia estaba muy preocupada y lo abrazaron con alegría. Remigio les contó todo sobre la amabilidad de Aurora y Teodora.
La madre de Remigio le ofreció a Aurora una canasta llena de bayas silvestres y un puñado de semillas de girasol como agradecimiento. Aurora se sintió muy feliz, pero la verdadera recompensa fue ver la sonrisa de Remigio y saber que había ayudado a alguien necesitado.
Desde ese día, Aurora nunca olvidó la importancia de ayudar a los demás.
Compartió sus bellotas brillantes con sus amigos, ayudó a los pájaros a construir sus nidos y siempre estaba dispuesta a echar una mano a quien lo necesitara. Y aunque todavía le encantaba coleccionar bellotas brillantes, sabía que la verdadera felicidad se encontraba en ayudar a los demás.
Descubrió que la luz que irradiaba al ayudar a otros, era mucho más brillante que cualquier bellota que pudiera encontrar.
Aurora aprendió que el secreto brillante era ayudar al prójimo.
Y el Bosque Susurrante se hizo aún más hermoso gracias a la bondad de una pequeña ardilla.
Synopsis
La ardilla Aurora, absorta en coleccionar bellotas brillantes, aprende la importancia de ayudar a los demás cuando encuentra al ratón Remigio herido. Con la ayuda de otros animales del bosque, Aurora lleva a Remigio a casa y descubre que la verdadera felicidad reside en la bondad y la ayuda al prójimo.
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